domingo, 6 de septiembre de 2009

El Aguila y la Serpiente

El Escudo Nacional Mexicano es un símbolo heredado de nuestros ancestros precolombinos, que tiene gran vigencia e importancia en la actualidad, no sólo por su estética, sino por su significado. La historia, o mejor dicho, la leyenda y el mito, nos dice que los aztecas partieron de Aztlán a buscar la tierra prometida, ya que su Dios Supremo, Huitzilopochtli, se le había presentado al sumo sacerdote, Tenoch, y le avisó que debían partir hacia el sur y fundar una gran ciudad que sería su joya. Para encontrar el lugar, la deidad le enviaría una señal: Un águila sobre un nopal devorando una serpiente.

Los valerosos y aguerridos aztecas corrieron a lo largo del territorio hasta llegar a lo que hoy conocemos como el Valle de México. Ahí, en medio del gran lago, había un pequeño peñón donde avistaron la señal de su dios: un águila devorando una serpiente sobre un nopal. Habían llegado a la tierra prometida por la divinidad, y al igual que el pueblo hebreo, tuvieron que luchar contra otras tribus que ya se habían asentado ahí. Finalmente, erigieron su imperio y levantaron una magnífica ciudad sobre las aguas del gran lago, a la que llamaron Tenochtitlán, en honor del profeta que recibió la señal de Huitzilopochtli.Posteriormente, la señal divina de los aztecas se convertiría en un símbolo que reflejaría la identidad del nuevo pueblo, mezcla de hispanos y mesoamericanos, como una nación libre y soberana. Éste se vería utilizado en la bandera nacional por vez primera en abril de 1823, trás la instauración del Congreso Constituyente, aunque tendría varias transformaciones a lo largo del tiempo.

El águila ha sido, no sólo para los mesoamericanos, sino para los pueblos en general, una representación de la fuerza y la libertad, del poder supremo del cielo y la visión sin límites de Dios. Relacionada con el sol, el aire y el fuego, es símbolo de las divinidades de la luz y la vida; nace en el oriente y viaja hacía el occidente donde tiene su ocaso, para renacer de nuevo y luchar contra las fuerzas de la obscuridad y el caos. Para los aztecas, el águila estaba íntimamente relacionada con Huitzilopochtli y era uno de sus emisarios junto con el colibrí y el quetzal.

La serpiente, para el común de los pueblos es representación de la astucia y el conocimiento y también del ciclo infinito del universo. Para las civilizaciones de occidente, es en general, un símbolo de la maldad y el pecado; aunque para los antiguos mesoamericanos era un animal sagrado, al igual que para hindúes y egipcios, y es la representación de las fuerzas tenebrosas, del agua y la tierra, que junto con la luz, el fuego y el aire, conforman el todo, que es el balance. La serpiente es el símbolo de Mixcoatl, de manera solar, y de Coatlicue, como un ente de la tierra.

El nopal simboliza al mundo, el universo, la naturaleza, y el camino de la vida: una senda espinosa por la que atravesaremos momentos de dolor y sufrimiento, para alcanzar finalmente, con trabajo y esfuerzo, la flor y el fruto de la felicidad. Es el escenario sobre él que se lleva a cabo la eterna lucha entre los opuestos, dando como resultado la existencia de todas las cosas. Su fruto, la tuna, representaba el corazón de los hombres. En muchas ilustraciones anteriores a la conquista, aparecía el águila devorando la tuna, el espíritu alimentándose del corazón y alma humanos, mismos que trascendían la ilusión material de Tezcatlipoca, "El Espejo Humeante", dios de la tierra.

La serpiente y el águila juntos son el símbolo de Quetzalcóatl, "Serpiente-Ave hermosa", el Dios del Espíritu y el Verbo viviente de estas tierras. En su lucha, el águila y la serpiente simbolizan el eterno conflicto entre los opuestos: el bien y el mal, la luz y la obscuridad, el orden y el caos; y son un equivalente del yin y yang chino, del conflicto entre Horus y Seth egipcios, de Ormuzd y Ahrimán persas; son la lucha entre Huitzilopochtli (guerra) y Quetzalcóatl (paz). Y aúnados con el nopal, tienen un contenido filosófico y espiritual muy grande, ya que simbolizan la Tríada Divina reflejada en tantas tradiciones religiosas; la Totalidad, que era conocida en mesoamerica como Ometéotl.

A éstos símbolos tan poderosos, se suman otros que han sido agregados con el tiempo, como son la rama de laurel, que simboliza la victoria; y la de encino que representa la fuerza.

El Escudo Nacional Mexicano, es algo más que sólo una imagen bonita, es un símbolo de honor, sabiduría, fortaleza y poder, herencia de nuestro pasado que tiene sus raíces en lo más profundo de nuestra historia, digno y merecedor de respeto y reverencia. Seamos libres y soberanos de nosotros mismos, con nuestras alas y vista en el cielo; seamos astutos y audaces, dueños de nuestra tierra; porque somos, a un mismo tiempo, el águila y la serpiente.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Héroes de México: Ideales de carne y hueso

Todas las naciones del mundo cuentan con sus propios héroes, hombres ilustres que lucharon por sus nobles ideales y que pasaron a la historia como ejemplos a seguir. Ciertamente muchos de ellos han pasado de ser historia a convertirse leyenda y de ahí a transformarse en mito. México no ha sido la excepción. Como pueblo y como nación, poseemos una gran historia llena de tradiciones y costumbres, de mitos y leyendas entre los cuáles figuran diversas figuras de gran relevancia.

En la antigua Grecia, la palabra héroe no tenía que ver mucho con lo que conocemos actualmente como heroismo, que es ser ilustre por las buenas acciones cometidas y la defensa de los ideales; sino que era sinónimo de una persona "fuera de lo común", es decir, que se destacaba del resto por sus acciones históricas, fueran buenas o malas. De ahí que tengamos héroes como el caprichoso Aquiles en la guerra de Troya; al nefasto Minos y sus "tributos" de jóvenes atenienses al minotauro; y al incompetente Faetón llevando el carro del Sol sin saber cómo dirigirlo.

En el caso de México, desde antes de consolidarse como una nación independiente, ya eramos un conjunto de pueblos con gran tradición y contábamos con nuestros propios héroes; después de la conquista y posteriormente con la indepencia y la revolución, tendríamos un enorme compendio de nombres de hombres y mujeres que lucharon por la libertad, la igualdad, la justicia y el bienestar. Como en la mayor parte de los casos, existen miles de héroes cuyos nombres no son recordados por los hombres, pero que trascendieron a la historia por las acciones que realizaron y que, de alguna u otra forma, perduran hasta el presente.

La heroicidad en muchas ocasiones resulta paradójica, tenemos el caso de los héroes Héctor y Aquiles, encontrándose en feroz enfrentamiento; de igual forma tenemos a Cuauhtémoc y Cortés, a Guerrero e Iturbide, a Juárez y Díaz, entre tantos otros. Cada uno de ellos luchando por lo que creía correcto, y porque no, por sus intereses e ideales personales. Muchos de ellos han sido víctimas del maniqueísmo y son considerados héroes ó villanos, sin más. Es por ello que Juárez con todos sus defectos es considerado uno de los grandes hombres de la historia mexicana, en tanto que Santa Anna es el traidor vendepatrias.

Sin embargo, en la historia no hay blancos y negros, sino que se desenvuelve en una escala de grises, llena de matices, luces y sombras. Y esto no significa que no hayamos tenido verdaderas figuras heroícas, porque efectivamente las hemos tenido, pero debemos recordar que ante todo, los héroes son sólo humanos, con virtudes y vicios, aciertos y errores.

Porfirio Díaz y Antonio López de Santa Anna comenzaron como verdaderos héroes de guerra, que lucharon por su nación y la defendieron con valentía, coraje y honor. Pero como dice Joseph Campbell en El Héroe de las mil caras: "El héroe de ayer, será el tirano de mañana a menos que se crucifique a sí mismo hoy". Los héroes, para permanecer como tales, deben mantenerse al margen del poder o morir en él, ya que, de lo contrario, se transforman en aquello que se prometieron destruir. De ahí que el célebre Emiliano Zapata se negará a sentarse en la silla presidencial, porque quienes se sientan ahí se corrompen.

Aunque es también es muy cierto que no sólo tenemos héroes corrompidos y transformados en dictadores, también tenemos hombres ilustrísimos que de verdad han empeñado todas sus fuerzas en salir adelante y ayudar a su nación. Ejemplo más claro no puedo encontrar, que José María Morelos, quien desde el principio luchó por los ideales de independencia y libertad; y quién rechazó el título de Alteza serenísima, a diferencia de Santa Anna que se autodenomino tal, y en vez de eso, se nombró el Siervo de la Nación.

Por nuestras venas corre sangre patriótica, heroíca. Yo disentiría un poco con los antiguos griegos en su definición de héroe, porque héroes son todos aquellos que se esfuerzan y dan lo máximo por ellos y por los demás, no importando el reconocimiento de la historia y los hombres, sino por el simple hecho de ser mejores. De nuestros héroes debemos ver siempre el lado positivo y explotar ése mismo al máximo, porque todos tenemos nuestros defectos, pero sólo la virtud es digna de exaltarse.

Hay que tomar la determinación de Hidalgo, la inteligencia de Díaz, la serenidad de Juárez, la astucia de Santa Anna, el coraje de Guerrero, el espíritu liberador de Morelos y las ideas libertarias de Zapata, entre muchas otras virtudes que estaban inmersas en estos personajes. Sus acciones desafortunada o afortunadamente han forjado lo que somos el día de hoy como nación.

Pero no se trata simplemente de ver los monumentos y mirar al pasado, sino de fijar la vista en el presente y actuar con los altos ideales con que lucharon en ayer, para que el día de mañana podamos contemplar el fruto de la virtud. Porque los hombres pueden morir, pero los ideales jamás. Los sueños mueren hasta que se hacen realidad. Los héroes habrán muerto, pero su esencia permanece en nosotros, y es nuestro deber el hacer realidad aquello por lo que murieron, para vivir dignamente.

Actualmente pasamos por tiempos de adversidad, tanto en nuestro país como en el mundo entero, y es importante que no nos quedemos como observadores absurdos que ven el trágico final sin hacer nada, sino llenarnos de las virtudes de nuestros héroes de antaño, invocar su valor, coraje, sabiduría, justicia, integridad y verdad; para salvar nuestras vidas y nuestra nación, y hacer que sean dignas de vivir, merecedoras de remembranza, y entonces, seremos héroes de México.